“Una emoción no causa dolor. La resistencia o supresión de una emoción causa dolor”

Frederick Dodson

La función de nuestras emociones

Nuestra mente condicionada ha aprendido a clasificar las emociones como buenas o malas, lo que produce que rechacemos algunas de ellas por desagradables, por destructivas, por demasiado dolorosas. La verdad es que sentir nos hace humanos, no seríamos nada sin esta capacidad, así que qué más da si lo que siento es tristeza, alegría o frustración si es esto justamente lo que me hace ser quien soy. Si logramos aceptar lo que sentimos nos estaremos aceptando a nosotros mismos tal y como somos, validaremos nuestra condición humana que se alegra, se entristece, se enfada, se siente impotente o frustrada, se enorgullece, viendo lo maravilloso de todas ellas.

Sentir cualquiera de estas emociones no es un problema. El problema puede aparecer cuando la persona siente estas emociones de una manera exageradamente intensa, cuando se disparan ante estímulos completamente neutros, cuando la persona no es capaz de controlarlas. Es entonces cuando la emoción arrasa con todo, como una ola y aparece el sufrimiento.

¿HAY EMOCIONES BUENAS O MALAS?

Todas las emociones son válidas, universales, necesarias, todas cumplen una función y todas nos informan de algo.

Trabajar con las emociones

Para poder trabajarlo, en primer lugar debemos conocernos muy bien, entender el papel de los pensamientos en el desencadenamiento de la emoción y su mantenimiento y poder controlar nuestra mente para que nos ayude a gestionar lo que sentimos de una manera adecuada.

Conectar con nuestras emociones, sentirlas, no juzgarlas y aceptarlas nos traerá la paz que tanto anhelamos.

En la terapia aprenderemos a identificar adecuadamente las emociones, conocer la función que tienen, descubrir a lo que nos impulsa cada una de ellas y en lugar de rechazarlas o huir de ellas abrazarlas para que actúen en nuestro beneficio y nos guíen en nuestro camino.